Por: Correa, Juan José; Mariani, Leonel; Pedraza,
Mariana y Tito, Pamela.
Se dice que la ropa que uno viste, habla por la persona. En una facultad esto puede ser muy relativo.
La Facultad de Filosofía y Letras,
y la Carrera de Ciencias de la Comunicación sobre todo, puede decirse que es un
bastión de la vestimenta informal, relajada, tranquila. Es habitual encontrar
en todos los espacios del complejo universitario alumnos con una multiplicidad de looks y de estilos. En
cuestión de colores, los alumnos son un arco iris y no existe un color en
particular que sea representativo de ellos.
Los estudiantes de “Filo”
actualmente no visten como lo hacían los de hace treinta años atrás. La moda
universitaria más que haber cambiado, se ha desestructurado, sobre todo en los
últimos diez años. Se han dejado de lado, a la hora de cursar o rendir, los
pantalones, sacos y zapatos de vestir, camisas almidonadas, corbatas, faldas a
la rodilla, entre otras prendas “formales” para darle paso a los jeans en su
diversidad de colores y estilos, a los conjuntos deportivos, a las bermudas,
shorts y musculosas, a las zapatillas de lona y también a las ojotas. Es habitual
ver en patios, pasillos y aulas, alumnos y alumnas que utilizan algunas de las
prendas mencionadas anteriormente.
La vestimenta en general varía de
acuerdo a la moda que imponen los medios de comunicación, al diseño, a la tela,
al color y a la accesibilidad que tenga el estudiante, pues, es una cuestión de
tendencia, preferencia y presupuesto que denota también un status, una
pertenencia a un grupo social. En el plano de la carrera de Ciencias de la
Comunicación se observan diversos tipos de alumnos/as. Así destacan un primer
grupo que podría definirse como el de “las divinas” correspondiente a las
alumnas que están todo el día, desde la mañana a la tarde, arregladas, montadas
en sus plataformas y con sus jeans y blusas a la última moda. A este grupo
suele asociarse el estereotipo de “el chetito” que es el estudiante de
jean, camisa y reloj pulsera metálico con una barba prolijamente cuidada que
consigue más de un suspiro de alguna alumna ingresante. Cabe mencionarse al
alumno/a “hipster” que viste con un
look “vanguardista” utilizando prendas como chupines, camisas y remeras a
rayas, zapatillas de la marca Vans y lentes de gran marco (algo infaltable en
su atuendo). Se encuentra también al alumno/a “hippie con osde” que es aquel que lleva una apariencia más
relajada, bohemia, colorida, que usa babuchas y remerones con frases
simbólicas, que invitan a la reflexión, pero que también utiliza la tecnología
a cada momento y no se despega de su smarthphone. Otro tipo es el de “el/la deportista” caracterizado por
aquellos alumnos que suelen llevar joggins, camperas deportivas, calzas,
zapatillas y bolso deportivo. Un último tipo a mencionar podría ser el del “rollinga cumbiero” aquel personaje que
lleva su cabello alborotado, desprolijo, usa jeans y remeras referenciales a
alguna banda local, nacional o internacional del rock, que hace culto de Luca
Prodan pero en cualquier evento al sonar la cumbia es el primero en empezar a
bailar.
Estos tipos son indicios de que los tiempos se han revolucionado y
lo que se usa dice mucho sobre los estudiantes de hoy. Cada uno a su modo
expresa algo: una idea, un sentimiento, una forma de vida.
La vestimenta universitaria
actual muestra que el protocolo es lo que menos
preocupa al estudiante; aunque claro siempre hay excepciones.
La ropa dice mucho de las
personas, no es solo es un accesorio. Sirve para reconocer algunas
características generales de los estudiantes que se preparan para la vida
profesional. Su ropa o “trapos” generan una identidad, una identificación con
un grupo, les da pertenencia. Esos trapos, a la generación actual les permiten
desenvolverse, les permite comunicar. Son trapos con cierta importancia, necesarios
para la juventud universitaria. Lo fueron ayer, lo son hoy, mañana y lo serán siempre.
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