20/3/16

Trabajo Práctico N° 1 - Periodísmo



PERIODISMO
Trabajo Práctico Nº 1

Objetivos:

  • Reconocer al Periodismo como oficio y profesión.
  • Registrar y analizar las características del Periodismo.
  • Debatir los elementos que constituyen al Periodismo.
  • Reconocer los diferentes formatos en los que el Periodismo presenta sus trabajos y formas de expresión.



Actividad:
Conformar grupos de no más de 6 integrantes para trabajar lo siguiente:

1)      A partir de la lectura del artículo “El mejor oficio del mundo”, de Gabriel García Márquez, que se encuentra en el Anexo 1, debata en el grupo lo que el autor quiere significar sobre el Periodismo.
2)      Escriban las conclusiones a las que arribó el grupo en el punto anterior, señalando si están de acuerdo, o no, y fundamentando la respuesta.
3)      Detenidamente lean “Repasando las funciones elementales del periodismo”, de Richard Rodríguez Revollar, ubicado en el Anexo 2. ¿Qué relación propone entre hecho y noticia? ¿Cuáles son las funciones del periodismo que señala y por qué? Indague sobre la Agenda-Setting, su importancia y práctica profesional.
4)      Javier Darío Restrepo escribió “La ética floreciente”, copia adjuntada como Anexo 3, en la que expone la situación de Internet y su relación con el deber ser. ¿Cuál es la postura del grupo frente a sus afirmaciones? ¿Por qué? Fundamenten su respuesta.
5)      Busque en internet material sobre la película “Spotlight”. Escriban una reseña sobre ella y conversen sobre su contenido. Elaboren luego un escrito que permita ser discutido en clase práctica. Si tienen la posibilidad, vean la película para poder hablar con mayor autoridad sobre el tema.
6)      Lean el artículo, que está en el Anexo 4, “Los otros ´Sportlight: historias que cambiaron el periodismo”, de Ángela Bernardo.
7)      Elijan una historia de las mencionadas en ese artículo y profundicen buscando material sobre ella. Elaboren un comentario entre todos los integrantes del grupo, con la intención de debatirlo posteriormente en la clase práctica.


Fecha de entrega del trabajo: la próxima clase práctica.




ANEXO 1
El mejor oficio del mundo
[Discurso ante la 52ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa -Texto completo.]

Gabriel García Márquez
A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo y la respuesta fue terminante: “Los periodistas no son artistas”. Estas reflexiones, por el contrario, se fundan precisamente en la certidumbre de que el periodismo escrito es un género literario.
Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto. Pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. No existían las juntas de redacción institucionales, pero a las cinco de la tarde, sin convocatoria oficial, todo el personal de planta hacía una pausa de respiro en las tensiones del día y confluía a tomar el café en cualquier lugar de la redacción. Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de los mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran.
El periódico cabía entonces en tres grandes secciones: noticias, crónicas y reportajes, y notas editoriales. La sección más delicada y de gran prestigio era la editorial. El cargo más desvalido era el de reportero, que tenía al mismo tiempo la connotación de aprendiz y cargaladrillos. El tiempo y el mismo oficio han demostrado que el sistema nervioso del periodismo circula en realidad en sentido contrario. Doy fe: a los diecinueve años -siendo el peor estudiante de derecho- empecé mi carrera como redactor de notas editoriales y fui subiendo poco a poco y con mucho trabajo por las escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de reportero raso.
La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo ambiente de trabajo se encargaba de fomentarla. La lectura era una adicción laboral. Los autodidactas suelen ser ávidos y rápidos, y los de aquellos tiempos lo fuimos de sobra para seguir abriéndole paso en la vida al mejor oficio del mundo... como nosotros mismos lo llamábamos. Alberto Lleras Camargo, que fue periodista siempre y dos veces presidente de Colombia, no era ni siquiera bachiller.
La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el oficio carecía de respaldo académico. Ahora ya no son sólo para la prensa escrita sino para todos los medios inventados y por inventar.
Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica.
La mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. Algunos se precian de que pueden leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estos atentados éticos obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo. No los conmueve el fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor. Algunos, conscientes de sus deficiencias, se sienten defraudados por la escuela y no les tiembla la voz para culpar a sus maestros de no haberles inculcado las virtudes que ahora les reclaman, y en especial la curiosidad por la vida.
Es cierto que estas críticas valen para la educación general, pervertida por la masificación de escuelas que siguen la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo. Pero en el caso específico del periodismo parece ser, además, que el oficio no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y los periodistas se extraviaron en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro. Es decir, las empresas se han empeñado a fondo en la competencia feroz de la modernización material y han dejado para después la formación de su infantería y los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu profesional en el pasado. Las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores. La deshumanización es galopante.
No es fácil entender que el esplendor tecnológico y el vértigo de las comunicaciones, que tanto deseábamos en nuestros tiempos, hayan servido para anticipar y agravar la agonía cotidiana de la hora del cierre. Los principiantes se quejan de que los editores les conceden tres horas para una tarea que en el momento de la verdad es imposible en menos de seis, que les ordenan material para dos columnas y a la hora de la verdad sólo les asignan media, y en el pánico del cierre nadie tiene tiempo ni humor para explicarles por qué, y menos para darles una palabra de consuelo. “Ni siquiera nos regañan”, dice un reportero novato ansioso de comunicación directa con sus jefes. Nada: el editor que antes era un papá sabio y compasivo, apenas si tiene fuerzas y tiempo para sobrevivir él mismo a las galeras de la tecnología.
Creo que es la prisa y la restricción del espacio lo que ha minimizado el reportaje, que siempre tuvimos como el género estrella, pero que es también el que requiere más tiempo, más investigación, más reflexión, y un dominio certero del arte de escribir. Es en realidad la reconstitución minuciosa y verídica del hecho. Es decir: la noticia completa, tal como sucedió en la realidad, para que el lector la conozca como si hubiera estado en el lugar de los hechos.
Antes que se inventaran el teletipo y el télex, un operador de radio con vocación de mártir capturaba al vuelo las noticias del mundo entre silbidos siderales, y un redactor erudito las elaboraba completas con pormenores y antecedentes, como se reconstruye el esqueleto entero de un dinosaurio a partir de una vértebra. Sólo la interpretación estaba vedada, porque era un dominio sagrado del director, cuyos editoriales se presumían escritos por él, aunque no lo fueran, y casi siempre con caligrafías célebres por lo enmarañadas. Directores históricos tenían linotipistas personales para descifrarlas.
Un avance importante en este medio siglo es que ahora se comenta y se opina en la noticia y en el reportaje, y se enriquece el editorial con datos informativos. Sin embargo, los resultados no parecen ser los mejores, pues nunca como ahora ha sido tan peligroso este oficio. El empleo desaforado de comillas en declaraciones falsas o ciertas permite equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal. Las citas de fuentes que merecen entero crédito, de personas generalmente bien informadas o de altos funcionarios que pidieron no revelar su nombre, o de observadores que todo lo saben y que nadie ve, amparan toda clase de agravios impunes. Pero el culpable se atrinchera en su derecho de no revelar la fuente, sin preguntarse si él mismo no es un instrumento fácil de esa fuente que le transmitió la información como quiso y arreglada como más le convino. Yo creo que sí: el mal periodista piensa que su fuente es su vida misma -sobre todo si es oficial- y por eso la sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente.
Aun a riesgo de ser demasiado anecdótico, creo que hay otro gran culpable en este drama: la grabadora. Antes de que ésta se inventara, el oficio se hacía bien con tres recursos de trabajo que en realidad eran uno sólo: la libreta de notas, una ética a toda prueba, y un par de oídos que los reporteros usábamos todavía para oír lo que nos decían. El manejo profesional y ético de la grabadora está por inventar. Alguien tendría que enseñarles a los colegas jóvenes que la casete no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio. La grabadora oye pero no escucha, repite -como un loro digital- pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral. Para la radio tiene la enorme ventaja de la literalidad y la inmediatez, pero muchos entrevistadores no escuchan las respuestas por pensar en la pregunta siguiente.
La grabadora es la culpable de la magnificación viciosa de la entrevista. La radio y la televisión, por su naturaleza misma, la convirtieron en el género supremo, pero también la prensa escrita parece compartir la idea equivocada de que la voz de la verdad no es tanto la del periodista que vio como la del entrevistado que declaró. Para muchos redactores de periódicos la transcripción es la prueba de fuego: confunden el sonido de las palabras, tropiezan con la semántica, naufragan en la ortografía y mueren por el infarto de la sintaxis. Tal vez la solución sea que se vuelva a la pobre libretita de notas para que el periodista vaya editando con su inteligencia a medida que escucha, y le deje a la grabadora su verdadera categoría de testigo invaluable. De todos modos, es un consuelo suponer que muchas de las transgresiones éticas, y otras tantas que envilecen y avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad, sino también por falta de dominio profesional.
Tal vez el infortunio de las facultades de Comunicación Social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. Claro que deben persistir en sus programas humanísticos, aunque menos ambiciosos y perentorios, para contribuir a la base cultural que los alumnos no llevan del bachillerato. Pero toda la formación debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón.
El objetivo final debería ser el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas, y en su marco original de servicio público. Es decir: rescatar para el aprendizaje el espíritu de la tertulia de las cinco de la tarde.
Un grupo de periodistas independientes estamos tratando de hacerlo para toda la América Latina desde Cartagena de Indias, con un sistema de talleres experimentales e itinerantes que lleva el nombre nada modesto de Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano. Es una experiencia piloto con periodistas nuevos para trabajar sobre una especialidad específica -reportaje, edición, entrevistas de radio y televisión, y tantas otras- bajo la dirección de un veterano del oficio.
En respuesta a una convocatoria pública de la Fundación, los candidatos son propuestos por el medio en que trabajan, el cual corre con los gastos del viaje, la estancia y la matrícula. Deben ser menores de treinta años, tener una experiencia mínima de tres, y acreditar su aptitud y el grado de dominio de su especialidad con muestras de las que ellos mismos consideren sus mejores y sus peores obras.
La duración de cada taller depende de la disponibilidad del maestro invitado -que escasas veces puede ser de más de una semana-, y éste no pretende ilustrar a sus talleristas con dogmas teóricos y prejuicios académicos, sino foguearlos en mesa redonda con ejercicios prácticos, para tratar de transmitirles sus experiencias en la carpintería del oficio. Pues el propósito no es enseñar a ser periodistas, sino mejorar con la práctica a los que ya lo son. No se hacen exámenes ni evaluaciones finales, ni se expiden diplomas ni certificados de ninguna clase: la vida se encargará de decidir quién sirve y quién no sirve.
Trescientos veinte periodistas jóvenes de once países han participado en veintisiete talleres en sólo año y medio de vida de la Fundación, conducidos por veteranos de diez nacionalidades. Los inauguró Alma Guillermoprieto con dos talleres de crónica y reportaje. Terry Anderson dirigió otro sobre información en situaciones de peligro, con la colaboración de un general de las Fuerzas Armadas que señaló muy bien los límites entre el heroísmo y el suicidio. Tomás Eloy Martínez, nuestro cómplice más fiel y encarnizado, hizo un taller de edición y más tarde otro de periodismo en tiempos de crisis. Phil Bennet hizo el suyo sobre las tendencias de la prensa en los Estados Unidos y Stephen Ferry lo hizo sobre fotografía. El magnifico Horacio Bervitsky y el acucioso Tim Golden exploraron distintas áreas del periodismo investigativo, y el español Miguel Ángel Bastenier dirigió un seminario de periodismo internacional y fascinó a sus talleristas con un análisis crítico y brillante de la prensa europea.
Uno de gerentes frente a redactores tuvo resultados muy positivos, y soñamos con convocar el año entrante un intercambio masivo de experiencias en ediciones dominicales entre editores de medio mundo. Yo mismo he incurrido varias veces en la tentación de convencer a los talleristas de que un reportaje magistral puede ennoblecer a la prensa con los gérmenes diáfanos de la poesía.
Los beneficios cosechados hasta ahora no son fáciles de evaluar desde un punto de vista pedagógico, pero consideramos como síntomas alentadores el entusiasmo creciente de los talleristas, que son ya un fermento multiplicador del inconformismo y la subversión creativa dentro de sus medios, compartido en muchos casos por sus directivas. El solo hecho de lograr que veinte periodistas de distintos países se reúnan a conversar cinco días sobre el oficio ya es un logro para ellos y para el periodismo. Pues al fin y al cabo no estamos proponiendo un nuevo modo de enseñarlo, sino tratando de inventar otra vez el viejo modo de aprenderlo.
Los medios harían bien en apoyar esta operación de rescate. Ya sea en sus salas de redacción, o con escenarios construidos a propósito, como los simuladores aéreos que reproducen todos los incidentes del vuelo para que los estudiantes aprendan a sortear los desastres antes de que se los encuentren de verdad atravesados en la vida. Pues el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente

Anexo 2
ANEXO 2
Repasando las funciones elementales del periodismo
Richard Rodríguez Revollar *
Una vieja versión del diccionario señalaba al periodismo como el ejercicio o profesión del periodista, siendo éste la persona dedicada a escribir en los periódicos. Dado los diversos medios de comunicación que existen en la actualidad y las especialidades que han brotado de la ocupación, el mencionado concepto quedó tremendamente superado.
Mario A. Cantarero anota que por el constante desarrollo y uso de las nuevas tecnologías en los medios de comunicación social y, consecuentemente, por la diversificación y especialización del trabajo informativo, el concepto de "periodismo" sintetiza la multiplicidad de funciones del periodista en diversos medios, resume toda la experiencia acumulada históricamente desde el surgimiento del periodismo en el medio impreso hasta la práctica profesional en los medios audiovisuales, incluyendo el ejercicio en instituciones públicas o privadas, y se extiende en estos momentos a la práctica informativa especializada, investigativa y multimedia.1
El periodismo es la captación y tratamiento escrito, oral, visual o gráfico de la información en cualquiera de sus formas y variedades. Es la forma de comunicación por excelencia de las organizaciones sociales. Su importancia consiste en que contribuye al rápido desarrollo de las ideas. Alejandro Miró Quesada G. destaca que el periodismo ha sido el más importante instrumento para reformar la sociedad. “Es justo reconocer que antes del periodismo se habían efectuado en el mundo importantes reformas; pero es asimismo indiscutible que sólo después de la evolución de éste se producen los grandes cambios sociales”.2
Desde sus albores se comprendió el importante rol del periodismo y la manera cómo estaba llamado a desempeñar una influencia decisiva en las sociedades. Su misión es, pues, además de informativa, orientadora y educadora.
Por su lado, el periodista –en las sociedades democráticas actuales– no es un profesional “sin más”, como lo dice Quim Gil. “Su actividad informativa tiene una trascendencia social reconocida y explicitada en el reconocimiento de derechos como la cláusula de conciencia y el secreto profesional. El respeto a estos derechos de los periodistas, la independencia de los medios y la pluralidad informativa constituyen uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho”,3 indica.

El hecho y la noticia

La noticia es la expresión periodística de un hecho capaz de interesar al público hasta el punto de suscitar comentarios. Es un hecho que “dará que hablar” y por tanto dará pie a nuevos hechos. Es decir, suscitará repercusiones. El hecho es cualquier cosa que ocurre, algo que hace alguien, algo que dice alguien, algo que le pasa a alguien. Puede ser un acto, un dicho, un comportamiento o un gesto, inclusive.
Martínez Albertos señala que noticia es un hecho verdadero, inédito o actual, de interés general, que se comunica a un público que pueda considerarse masivo,4 una vez que ha sido recogido, interpretado y valorado por los sujetos promotores que controlan el medio utilizado para la difusión.5
La noticia en sentido amplio –dice este autor– es una materia prima sobre la que los profesionales de la comunicación periodística pueden trabajar con una de estas tres disposiciones psicológicas: la información, la interpretación y la opinión.6 En fin, las noticias en su conjunto y mediante su acción constante determinarán el conocimiento que un individuo tiene de su entorno y definirá la posición que asuma respecto de él.
De otra parte, Maxwell McCombs, autor de teoría de la comunicación denominada Agenda–Setting, señala que nadie ha buscado un nuevo concepto teórico de lo que es noticia desde que Henry Luce lo hizo en 1920 (“todo hecho que llame la atención del gobierno”). Esta definición de noticia como un problema, como aquello que llama la atención de las instituciones gubernamentales, ha determinado que noticia sea sinónimo de mala noticia, indica el analista. “La solución sería reinventar el concepto”, aconseja.7
Mientras tanto, día a día se vive una serie hechos en todas partes y rincones del mundo. La selección de estos para su divulgación a través de los medios informativos es un proceso complejo. Para ello deben ser medidos con los criterios de los valores-noticia. Estos son parámetros de actualidad, interés, proximidad, prominencia, relevancia personal, rareza, consecuencias; a lo que el periodismo con afanes esencialmente lucrativos agrega las categorías de interés humano (drama y dolor que promueven la conmiseración) y el impacto que busca provocar fuertes reacciones emocionales.
Aunque aquí acabamos de señalar uno a uno los factores, en la práctica éstos intervienen relacionados, combinados y complementándose entre sí. De esa manera, la noticia no es una mercancía uniforme y estable sino que su producción se gobierna arbitrariamente por innumerables influencias, a veces conscientes y otras veces inconscientes.
El grupo de noticias forma el noticiero que se transmitirá al público a través de los medios de comunicación, ya sean estos la prensa escrita, la radio, la televisión o la Internet. La gente elegirá el medio a informarse según la profundidad de la investigación que requiera (la radio y la TV son por lo general superficiales), el lugar donde se encuentre, el tiempo que tenga o el equipo electrónico con que cuente.

Funciones del periodismo

Maxwell McCombs sintetiza las funciones de la comunicación social y del discurso periodístico en tres aspectos: vigilancia (de los peligros y amenazas al mundo), consenso (organización y producción de respuestas de la sociedad a los problemas identificados con la vigilancia), y transmisión de la herencia social (de una a otra generación).
“Tradicionalmente –explica McCombs– la teoría de la Agenda–Setting ha sido estudiada en términos de la función de vigilancia: la gente se entera sobre lo que está ocurriendo en el mundo a través de los medios de comunicación. Se informa a través de ellos. Sin embargo, los nuevos avances en la teoría hablan sobre su relación con la función de consenso. Esto significa que los medios ayudan a la sociedad a llegar a acuerdos porque hacen que la gente hable o se preocupe sobre los mismos temas. De ahí que la Agenda–Setting responde no sólo a la función de vigilancia o de información de la sociedad, sino que además, a la del consenso necesario en toda democracia.”8
Con respecto al periodismo se ha dicho siempre que su función elemental es informar a la población acerca de los acontecimientos más transcendentales de la jornada. El carácter del medio informativo determinará cuáles son esos hechos trascendentales y cuáles no merecen esa categoría. De la misma manera, es independiente para determinar cuáles son las otras funciones que debe cumplir y en qué orden éstas deben ser consideradas.
Las funciones del periodismo las determinan muchas veces cuestiones ideológicas. Para el capitalismo, por ejemplo, la prensa tiene como función servir al sistema económico. Y de hecho lo hace, mediante la publicación de innumerable material de carácter comercial con lo que pone en contacto vendedores y compradores impulsando la dinámica mercantil y el sistema económico.
El socialismo, en tanto, le da a la prensa la función de un frente de combate que sirve a los trabajadores y al pueblo de plataforma para exigir sus reivindicaciones y dar cuenta de sus luchas de clase. Expresa además las tesis de su ideología y se convierte finalmente en vocero del Partido.
Cantarero ha recordado que “durante la intolerancia política de la década de los ochenta, en el marco de la guerra fría, se designaba como prensa burguesa a la práctica periodística cuya característica esencial era ‘servir de vehículo propagandístico de los explotadores y opresores, y como aparato ideológico de Estado, con el objetivo de desinformar, engañar y alienar a la población’; mientras que como prensa revolucionaria a la práctica periodística cuya característica esencial era ‘la revelación de la verdad, la educación y la orientación del pueblo, en la construcción de una sociedad sin clases sociales’”.9
En términos generales y sin penetrar en cuestiones ideológicas, podemos decir que las principales funciones del periodismo son, además de informar:
Educar: El periodismo debe ser un instrumento que sirva para la ilustración de la sociedad. Por estar permanentemente expuesto en las calles en forma de periódicos, o dentro de las casas a través del televisor o la radio, es el mejor medio para difundir conocimientos. Cuesta menos que un libro y sale más barato que contratar a un profesor particular. De esa manera, es asequible a las grandes mayorías. Alguien con justa razón le ha llamado alguna vez “el libro del pobre”.
Orientar: La función orientadora es muy importante y necesaria en toda información de tipo (política, económica, deportiva, etc.) para que el público no se quede en la simple recepción de las noticias, sino que obtenga gracias al periodismo desarrollado un criterio fundamentado acerca de las diversas actividades sociales.
Fiscalizar la administración pública: Este es un compromiso de la prensa independiente. De aquí la importancia de la investigación periodística y la actitud del medio de mantenerse sólido en la denuncia sin doblegarse hasta confirmar que se haya hecho justicia. Darío Klein retoma la singular metáfora de que la prensa es el "perro guardián" del sistema democrático y que esa tarea se ve potenciada cuando hablamos de periodismo de investigación, la cual como ninguna otra forma de periodismo cumple esta misión con más idoneidad.10
La historia del periodismo está llena de grandes hazañas. Una de las más célebres a nivel mundial es el trabajo de los periodistas de The Washington Post que con la revelación del caso Watergate obligaron al presidente estadunidense Richard Nixon a dimitir en 1974.
En Perú, la prensa independiente en la década del 90 fue acosada por el gobierno de entonces hasta el extremo haber corrido peligro de muerte varios comunicadores. Esto, por no amilanarse y dar cuenta de los hechos de corrupción y sangre en las altas esferas del Estado. El caso de los estudiantes de la Universidad Enrique Guzmán y Valle (La Cantuta) asesinados por el grupo paramilitar Colina en 1991, fue revelado por la prensa a través de la revista . En el 2000, el diario El Comercio reveló la falsificación de un millón de firmas con las que se inscribió al ex presidente Alberto Fujimori ante el Jurado Nacional de Elecciones para una tercera reelección. Claro que mientras esto ocurría, otros “periodistas” callaban e incluso algunos aceptaban a cambio la dirección de diarios o programas noticiosos.
La prensa es además tribuna para que los propios ciudadanos hagan denuncias públicas contra autoridades corruptas o abusivas y sirve a los trabajadores para expresar sus reclamos por bajos sueldos o ajustes económicos. Esta función de control social de los medios permite denunciar excesos de todo tipo. El diario o el noticiero es una gran caja de resonancia de la conducta individual y colectiva. Cuando pone sobre el tapete una incorrección obliga a las autoridades correspondientes a una rápida intervención porque en caso contrario éstas mismas se exponen a la censura pública. La denuncia conmueve a la opinión ciudadana y la motiva a la acción.
Servir a la sociedad: Esta es una función loable de los medios de comunicación. En las últimas tragedias nacionales provocadas por la furia de la naturaleza como fueron los violentos sismos, caídas de huaycos y elevadas temperaturas, han sido medios de prensa los que organizaron y concentraron la ayuda colectiva para salvar a millares de damnificados. Aunque reparando en esto, es también una tragedia considerar que sólo en circunstancias extraordinarias y dolorosas el periodismo debe y puede servir a la sociedad, mientras el resto del tiempo, para ciertas empresas de comunicaciones, es más importante obtener el lucro rápido.
De otro lado, los famosos “teletones” son destacados trabajos emprendidos sobre todo por los canales de televisión (detrás de los cuales hay un enorme –inimaginable para los televidentes– despliegue técnico) que tienen como fin colaborar económicamente con alguna institución pública generalmente de la rama de la salud.
Podemos señalar dentro de la función del periodismo de servir a la sociedad, la difusión de noticias “de interés humano”, las cuales muestran casos dramáticos de personas desvalidas con la intención de conmover al público y llamarlo a la solidaridad. Los clásicos “avisos de servicio público” por pérdida de objetos, robos y desaparición de personas se enmarcan dentro de esta función. Así también, ciertos casos que han sido aprovechados para el show televisivo como aquellos denominados “gente que buscan gente” o ese millonario segmento que trae personas desde los lejanos países para reunirlos con sus familiares de quienes se separaron hace largos años.
Entretener: Varios medios han hecho de esto su función principal. El periodismo local prácticamente ha quedado dominado por el espectáculo frívolo. Han tomado el sexo y la violencia como una fórmula para entretener y mantener a su público cautivo. Ignoran que es posible entretener educando, elevando el nivel cultural de la gente. Un claro ejemplo de esto es la publicación y grata aceptación de los crucigramas, donde los lectores –como jugando– miden sus conocimientos.
De otro lado, una buena información puede ser entretenida y muy provechosa a la vez. Las noticias importantes, inclusive las políticas y científicas, no tienen por qué ser aburridas cuando se les trata adecuadamente. Además, el humor es –cuando se usa con maestría– un importante ingrediente en la redacción de una crónica o artículo de opinión. Por su parte, la caricatura con su festiva tomadura de pelo es un recuadro que nadie mueve de la sección política por esa grata sensación de alivio que nos da a los males que nos causan día a día los gobernantes que tenemos; gobernantes y figuras políticas construidas y destruidas por efectos mediáticos, precisamente.
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Notas:
1 Cantarero, Mario Alfredo. “Periodismo: de la ‘prensa’ a la imprecisión conceptual”. En Sala de Prensa N° 45, julio 2002 Año IV Vol. 2
2 Miró Quesada G. Alejandro. El periodismo. Lima: Servicios Especiales de Edición. 1991. Pag. 71.
3 Gil, Quim. “Ética y deontología periodística en la Sociedad de la Información”. En Sala de Prensa N° 14, diciembre 1999 Año II Vol. 2
4 El Diccionario de Comunicación de Ignacio H. De la Mota (Madrid: Paraninfo. 1988) define “masa” como agrupación humana de grandes proporciones, no mensurables, que es producto en lo político de la democratización; en lo sociológico, del amontonamiento humano; en lo tecnológico, de la mecanización; y en lo cultural, de la unificación de la enseñanza y la concentración de la información. Suma de los receptores de los mensajes que se distingue por el elevado número de sus componentes y por carecer de cualquier tipo de organización interna.
5 Martínez Albertos, Luis. Curso general de redacción periodística. Madrid: Paraninfo. 1993. Pag. 288.
6 Martínez Albertos (op.cit.) Pag. 56.
7 Leyva Muñoz, Paulina.
 Hay que reinventar el concepto de noticia. Entrevista a Maxwell McCombs”. En Sala de Prensa N° 34, agosto 2001 Año III Vol. 2
8 Leyva Muñoz (op.cit.)
9 Cantarero (op.cit)
10 Klein, Darío.
 El papel del periodismo de investigación en la sociedad democrática (I)”. En Sala de Prensa N° 29, marzo 2001 Año III Vol. 2  

* Richard Rodríguez Revollar es periodista, bachiller en Comunicación Social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima. Es colaborador de la revista electrónica América Reporte y de SdP.
ANEXO 3
La ética floreciente
Javier Darío Restrepo *
En el primer taller de ética, hace 15 años, el enfoque y los problemas eran otros. Pero los valores y principios son los mismos. Entonces nos preocupaba encontrar y reflexionar sobre esos valores universales que singularizan al periodista en cualquier parte del mundo; y al comparar códigos de todas partes subrayamos la coincidencia en la verdad, la responsabilidad y la independencia; hablábamos de normas y, algunas veces de prohibiciones.
Era la ética de qué hacer cuando la conciencia profesional se encontraba frente a un desbarrancadero. Las reflexiones conjuntas con periodistas de todo el continente, aquí en Cartagena o en cualquier otro lugar, desde Washington hasta la Patagonia, ayudaron a profundizar aquella visión y descubrieron, más allá de la ética del hacer, la ética del ser. No se trata de averiguar fórmulas para resolver situaciones complejas, sino de cómo orientar la vida profesional, cómo ser un periodista de excelencia.
Y en eso estábamos cuando llegó internet, que planteó los mismos problemas e ideales éticos de los medios tradicionales, pero amplificados.
A riesgo de que me llamen otra vez, apocalíptico, mencionaré los problemas y después, también seré apocalíptico al enumerar las posibilidades éticas que abre internet. El apocalipsis no es solo la visión de las catástrofes, también es la revelación de un cielo y una tierra nuevos.
Decía que con internet los problemas no han cambiado, sólo se han amplificado. Si antes se decía que la ética periodística limita la libertad para informar, y que cada uno se pone la ética que mejor le venga, hoy es pensamiento común que el ciberespacio crea una inmunidad frente a lo ético.
En el pasado y hoy se ha librado en los medios la batalla entre la lógica comercial y la del periodista que informa como un servicio, pleito que en internet se acentúa con la comercialización de todo en un medio que se revela como un espléndido negocio. Esto convierte a la red en un territorio salvaje, sin leyes mínimas como lo comprobaron en Túnez en el 2005.
Cuando los asistentes que buscaban una legislación que protegiera tuvieron que concluir que no había legislación ni tecnología posible para ese control.
La diferencia no es mucha cuando los medios tradicionales hablan de negocios. Los medios tradicionales no son tan excluyentes como internet cuya aparición dio lugar a esa nueva categoría discriminatoria de los inforricos y los infopobres. También la crean los medios impresos con sus tabloides sensacionalistas para pobres, y sus diarios inteligentes y bien informados para los otros. Son los mismos problemas pero con diferente intensidad. Afirmación que vale cuando uno mira las posibilidades de internet desde el punto de vista ético.
Un pesimista anotó que el auge de los medios no fue una buena noticia para la ética. Quizás lo dijo cuando no se conocían las posibilidades de internet.
La mejor de ellas es la de convertir a todos los humanos en prójimos. Si la ética empieza cuando en el horizonte humano aparece el otro, la ética está viviendo su mejor momento con esta tecnología que suprime el espacio que separa a los humanos y los pone a la distancia de un clic. Fenómeno similar al que ocurrió cuando desde una nave espacial el astronauta pudo ver la tierra como una gran cuna azul que flotaba en el espacio.
Cuando la proximidad espacial o temporal deja de tener relevancia ética y es posible su presencia virtual, la responsabilidad hacia el otro se amplifica: se adquieren responsabilidades con el bienestar, con la dignidad y el respeto hacia los otros. Ya el otro está ahí con voz e imagen si es skype, en palabras si es twitter, chat o correo, y estando ahí no puede ser ignorado. Es él, con todo su poder de interpelación, con su requerimiento de respuesta, más allá de la esfera de la proximidad.
Adquieren así una vigencia amplificada los derechos y deberes sobre privacidad, información veraz, propiedad intelectual, respeto del buen nombre y de la fama. Anota Niceto Blazquez que “el simple encuentrocontacto-interaccion-interconexión con el otro en el ciberespacio implica por sí una relación que produce un acontecimiento ético moral e implica una responsabilidad con el otro.
La otra posibilidad ética de internet es la que aparece cuando esta tecnología acerca al hombre posible. Estoy citando al grupo de Oxford cuando se refiere al objetivo fundamental de la ética de la información que es el florecimiento de la infoesfera y de todos los presentes en ella, cita que debo a Ward Bynum.
Pero este grupo de Oxford a su vez es deudor de Aristóteles de quien viene la expresión. Según él, el objeto de la vida humana es florecer como ser humano, actuando de la manera que los humanos están equipados para ser.
Ese ser posible que habita en todo humano como en gérmen, florece, según el razonamiento aristotélico cuando razona de forma óptima. En nuestro tiempo, Norbert Wiener, matemático del MIT asegura que el objetivo básico de la vida humana es el florecimiento como persona y que vivir efectivamente equivale a tener la información pertinente. Sea válido o no ese esquema racional de lo humano, lo cierto es que en su estado óptimo el procesamiento de la información conduce al ser humano a sus más nobles acciones. Y es esta la posibilidad que abre internet como instrumento de la inteligencia que permite priorizar valores como la vida, la seguridad, el conocimiento, la felicidad, la paz o la libertad.
Siempre estuvo abierto el hombre a este mundo de los valores, pero nunca tuvo a su disposición instrumentos tan eficaces y poderosos para hacer posible su florecimiento como persona.
Y si la ética es el inventario de las posibilidades del ser humano, esto que llama Bynum la ética floreciente, es el argumento de fondo para creer que está a punto de darse una revolución copernicana en la ética.
Los elementos están dados: todos los seres humanos, esos referentes éticos, son prójimos; las posibilidades del hombre cuentan con un poderoso instrumento para la información y para el acercamiento, y como nunca las palabras y las acciones del ser humano cuentan con una resonancia universal, para bien o para mal.
Es, sí, la ética de siempre, pero amplificada, como si una poderosa lente de aumento nos dejara ver en todo detalle valores y conductas y objetivos. Esto crea un despejado campo para la utopía, que es el que se trata de explorar y proponer en el manifiesto ético que la fundación prepara.

* Javier Darío Restrepo es miembro fundador de la Comisión de Ética del Círculo de Periodistas de Bogotá, del Instituto de Estudios sobre Comunicación y Cultura (IECO), de la Fundación para Libertad de Prensa y de Medios para la Paz. Ha sido defensor del lector de los diarios El Tiempo y El Colombiano. Es autor de numerosos libros y artículos en materia de comunicación social y ganador de diversos premios como el premio a la ética periodística del Centro Latinoamericano de Prensa (1997). Es colaborador de Sala de Prensa. Este texto es una conferencia para la FNPI, en Cartagena, pronunciada el 12 de marzo de 2010.


Anexo 4

Los otros ‘Spotlight’: historias que cambiaron el periodismo

Por Ángela Bernardo  el 29 de febrero de 2016, 19:27
La película Spotlight ha sido premiada con el Oscar 2016. Estas son otras historias brillantes que destapó el periodismo de investigación.
Spotlight ha ganado el Oscar 2016 en la categoría de mejor película. La cinta, dirigida por Tom McCarthy, narra la historia del equipo de periodistas que destapó uno de los mayores escándalos de la Iglesia Católica: los abusos sexuales de decenas de sacerdotes. La cinta es brillante, ya que consigue trasladar al espectador la tensión, el trabajo, el esfuerzo y el estrés que supuso la publicación de esta investigación en The Boston Globe.
Matt Carroll, uno de los periodistas que formó parte de la unidad 'Spotlight', también reflejó su perspectiva personal sobre la película premiada en losOscars 2016. Y es que no hay duda que la cinta de McCarthy ofrece grandes lecciones sobre el trabajo informativo que se realiza en los medios de comunicación. Spotlight no es solo una película brillante, también es una oda alperiodismo de investigación. Pero antes de este inmenso trabajo, premiado con el Pulitzer de 2003 en la categoría de servicio público, otras historias también cambiaron la forma de hacer periodismo. Estos son algunos de los otros 'Spotlight':

La radiactividad que sacudía Hiroshima


Wilfred Burchett fue el primer periodista occidental en visitar Hiroshima tras el lanzamiento de la bomba atómica. El reportero contradijo la versión oficial, según la cual en la ciudad no había restos de radiactividad. Lo hizo con un artículo publicado en el Daily Express, en el que escribió lo siguiente: "Martes, 16 de septiembre. Hiroshima. Escribo esto como advertencia para el mundo. Treinta días después de que la primera bomba atómica destruyera la ciudad, la gente sigue muriendo de modo misterioso y horrible, personas que no resultaron heridas por el cataclismo, debido a algo desconocido que sólo puedo describir como peste atómica".

Relato de un náufrago

Pablo Corral Vega (Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano)

El escritor y periodista Gabriel García Márquez escribió Relato de un náufrago. Una novela de carácter periodístico en la que se desarrollaban los hechos contados por Gabo durante catorce días consecutivos en el diario El Espectadorde Bogotá. En esta investigación, el reportero aclamado luego con el Nobel de Literatura dio a conocer que la nave se había hundido por sobrepeso, en contra de la versión ofrecida por el gobierno del dictador Rojas Pinilla. La embarcación, como reveló García Márquez, tenía prohibido llevar carga, algo que fue obviado por la tripulación. La carga que llevaban era transporte de mercancía traída de contrabando, una práctica auspiciada por el propio gobierno.

"Hay un fusilado vivo"

Roberto Fiadone (Wikimedia)

Operación Masacre fue el resultado de una investigación periodística realizada por Rodolfo Walsh y Enriqueta Muñiz, en la que destaparon los fusilamientos de José León Suárez. El trabajo, que fue publicado en forma de novela de no ficción en 1956, dio a conocer la masacre de doce civiles ocurrida en Buenos Aires tras el levantamiento fracasado de los generales Tanco y Valle contra la dictadura de Aramburu. Walsh consiguió reconstruir la historia tras escuchar la frase "Hay un fusilado que sigue vivo", contactando con él y uniendo las piezas de estos asesinatos.

InSight y la talidomida


Al igual que sucedió en Spotlight, otra unidad de investigación denominadaInSight destapó el caso de la talidomida. La información publicada en The Sunday Times sirvió para que la empresa fabricante del fármaco -que causó efectos teratogénicos con malformaciones congénitas en recién nacidos- indemnizara a parte de las víctimas.

El escándalo que tumbó a Nixon

The Washington Post

Bob Woodward y Carl Bernstein, reporteros del 
Washington Post, destaparon un escándalo que a la larga produciría la dimisión de Richard Nixon. Tras un robo en las oficinas del Partido Democráta, los periodistas revelaron una trama organizada desde la Casa Blanca destinada al espionaje de rivales políticos, reporteros y cualquier persona considerada como "desleal". La información fue verificada con la colaboración de Garganta Profunda, una fuente secreta de la Administración que también ayudó a los periodistas a desmontar la estrategia agresiva del gobierno.

La "X" del terrorismo de Estado

El caso de los GAL salpicó al gobierno de Felipe González. Alfredo Pérez (Wikimedia)

Ricardo Arques fue el reportero que destapó inicialmente el caso GAL. Mientras trabajaba en 
Deia, el periodista descubrió que el policía José Amedo lideraba los Grupos Antiterroristas de Liberación, encargados de la lucha sucia contra ETA y relacionados con terribles episodios como el secuestro de Segundo Marey o el asesinato de Lasa y Zabala. Al incorporarse a Diario 16, él y Melchor Miralles como redactor jefe continuaron la investigación, que reveló un posible zulo en suelo francés y el entramado gubernamental involucrado en los GAL. Tras la salida de Pedro J. Ramírez del periódico, el diario El Mundocontinuó publicando informaciones relacionadas con la financiación del grupo a través del Ministerio del Interior.

Viaje al horror soviético

Gerald Praschl (Wikimedia)

La periodista Anne Applebaum destapó la historia de los gulag, los centros de tortura y trabajos forzados soviéticos, una investigación premiada con el Pulitzer en 2004. Su trabajo realizó un profundo y detallado estudio sobre la represión en la URSS, que había sido difundida inicialmente por Aleksandr Solzhenitsin. Así pudo reconstruir la historia de los gulag, entrevistando a supervivientes que le contaron casos de auto-mutilación para evitar trabajos forzados. Applebaum fue capaz de revelar cómo estos campos de concentración sirvieron para que la URSS contara no solo con herramientas de represión política, sino también con mano de obra gratuita.

La voz de la tragedia de Chernóbil

Liukov | Shutterstock

La bielorrusa Svetlana Alexiévich recibió el Nobel de Literatura de 2015 por sus investigaciones sobre la tragedia de la central nuclear ocurrida hace treinta años. La crónica que realizó, difundida en 
Voces de Chernóbil, destapó el desamparo de los afectados, las corruptelas políticas que rodearon al caso y las negligencias sobre lo que ocurrió en Chernóbil, tanto antes del accidente como después del suceso.

Desmontando el mito de las vacunas y el autismo

weerayut ranmai | Shutterstock

Un estudio publicado por Andrew Wakefield en 
The Lancet relacionaba por primera vez la vacuna triple vírica (Sarampión, Paperas y Rubeola) con el autismo. ¿El único problema? La investigación era un fraude, como demostró el periodista británico Brian Deer. Wakefield actuó de mala fe, manipulando los resultados para que se ajustaran a su hipótesis y mintiendo sobre los doce niños participantes en el trabajo. Tras destaparse las informaciones, el Colegio General Médico Británico expulsó a Wakefield de la carrera profesional como sanitario y The Lancet retiró el artículo.

La "Casa Blanca" de Peña Nieto


En noviembre de 2014, Carmen Aristegui publicó un reportaje especial sobre una casa en Lomas de Chapultepec, con un valor de 7 millones de dólares. Pero no era una casa cualquiera, sino una vivienda adquirida por Angélica Rivera, esposa del presidente mexicano Enrique Peña Nieto, a la empresa Grupo HIGA, beneficiada por el político en numerosas licitaciones, como la construcción del tren México-Querétaro.
En este recopilatorio faltan, sin duda, muchos trabajos, algunos de ellos tan conocidos como los de Capote, Hitchens o Kapuscinski. Pero esta lista de diez ejemplos de periodismo investigativo enseñan historias que ayudaron a desvelar lo que el poder no quería que se contase. Corrupción, ataques contra los derechos humanos, espionaje o manipulación son algunas de las características de estos reportajes que cambiaron el mundo. Tal y como logró el equipo Spotlight, destapando un escándalo sobre la Iglesia católica que no dejaría indiferente a nadie. Tanto que sus resultados fueron premiados con un Pulitzer y su álter ego en la ficción, con el Oscar 2016 a la mejor película.

http://hipertextual.com/2016/02/spotlight-historias-periodismo-investigacion

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